Les recordamos, les homenajeamos, nunca les olvidaremos y LOS AMAMOS!


Aun suenan en nuestro interior esas alegres risas. La luz de su presencia brilla con fuerte intensidad. Sus palabras, sus juegos, sus gestos, más que eso, los tenemos almacenados no en nuestra memoria, sino en nuestros corazones. Aunque numerosos inviernos cubran sus sepulturas, jamás se borrarán de nosotros todo lo que ellos fueron, son y seguirán siendo. Su presencia será imborrable, mientras su recuerdo permanezca en nosotros.

Sus actos de bondad, las bellas y nobles palabras con que ellos adornaron nuestras vidas, son tesoros para nosotros porque de ello podemos encontrar un sentido para nuestras vidas, son incentivos para nuestra conducta, por medio de la cual los vivos honran a los que se han adelantado en este camino.

Antes de tiempo, pero nuestros hijos han atendido el llamado antes que nosotros, llamado que se le hace a todo ser vivo, pues somos viajeros en la tierra, y nuestro tiempo no lo conocemos. Viajeros somos, unos parten antes, otros un poco después, pero el destino llega a todos.

Al igual que las estrellas de día, nuestros hijos pueden no ser vistos por los ojos de los mortales nunca más, pero ellos brillan en el tranquilo firmamento del tiempo infinito. Pueden no ser vistos, pero jamás serán desapercibidos, jamás serán olvidados, y mientras les recordemos, ellos seguirán viviendo en nosotros, en los actos de bondad que nos inspiran, en el amor que es tan latente. La belleza de sus vidas está en nosotros como una bendición de amor.

Porque ¿qué nos dejaron? ¿Qué lograron? ¿Qué hicieron de nosotros? Es difícil soportar el dolor de la separación, pero dejarnos abatir por nuestra pena sólo hará más amarga nuestra pena. Pero en nuestras manos está el que esa pena no sea inútil, el que esas preciosas vidas tampoco hayan pasado en vano. Aunque ausentes, ellos aun nutren nuestros espíritus, enseñándonos a tener mayor paciencia, fidelidad y devoción; ellos nos enseñan a ser mejores, así los honramos, así honramos a la vida que ellos tanto amaron. En el recuerdo de sus virtudes y afectos, las partes mejores y más puras de su naturaleza permanecen eternamente ensalzadas.

Alcemos nuestras cabezas con esperanza, y juntemos nuestras fuerzas para continuar. Porque ellos lo merecen, porque nosotros lo merecemos, nuestros otros seres amados, la Vida nos necesita. Porque ellos ennoblecen nuestras vidas con su continua influencia.

Si en mis manos está elegir, elijo ser un monumento de amor, elijo que la vida y la misión de mi hijo no ha terminado…es más, apenas empieza…

¿Entonces de qué me atormento? Ya el llanto ha sido demasiado, mejor trato de dar a la vida por dos: por lo que yo le tengo que dar, y por lo que mi hijo sigue dando…a través de mí, por su influencia que perdura.

Renacer El Salvador, adaptación del servicio de Memorial del Union Prayer Book

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